Cuando deseamos mayor grado de madurez y habilidad en las otras personas

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En algunas situaciones en particular, posiblemente esperas que las personas reaccionen con madurez y con habilidad. Pero cuando no es así, te encuentras con la dificultar de dejar ir las expectativas que tenías, y de hacerlo con liviandad. Sientes enojo, piensas en todas las cosas que te gustaría decirles, ¡y hacer que se despierten y tomen responsabilidad por sus actos! O sientes resentimiento y piensas: “No debiera ser necesario que yo diga nada. ¿Cómo no se da cuenta? ¡Esta persona debería predicar con el ejemplo!”. En tu cabeza dan vueltas y vueltas los pensamiento y los análisis y los grandes discursos en que por fin alguien le dice a esta persona lo que necesita oír. Te visualizas hablando por fin con “la verdad” sobre todas tus opiniones y evaluaciones. Al fin y al cabo, estás segure de tener la razón y cualquier persona estaría de acuerdo.

Sin embargo, en algún lugar de tu mente, tu consciencia susurra: “¿Y las habilidades que tú tienes?, ¿por qué no las traes a esta situación?”. Hay una parte tuya menos reactiva que sabe que no funciona enojarte con alguien, darle un discurso y decirle que tiene que crecer y hacerse responsable de sus actos. Los discursos de este tipo pueden llegar a poner un límite en el momento pero casi nunca llevan a un cambio de comportamiento duradero, ni mucho menos a mejorar una relación. Y mientras tu mente siga dándole vueltas al enojo y al resentimiento con los pensamientos, sigues sin tener acceso a tu propia sabiduría y a las  habilidades que podrían ayudar a la situación y beneficiar la relación.

En momentos como estos, necesitas empatía. Y mayormente de parte de alguien fuera de la situación. Es decir, alguien que pueda mantener el foco en tus sentimientos y necesidades en lugar de confabular contigo sobre lo que debería estar pasando o no. Una vez que te hayas tomado el tiempo necesario de traer todos tus pensamientos reactivos a la luz de la empatía, y te hayas permitido sentir la experiencia de los sentimientos y las necesidades que subyacen, aparecerán la aceptación y el duelo automáticamente. Uan vez pasada la tormenta de tu propio shock y de la decepción que sientes, podrás conectar con tu propia fortaleza y tu capacidad de centrarte. Desde este lugar de aceptación de las cosas como son, puedes tomarte el tiempo para discernir con sabiduría acerca de cómo te gustaría interactuar con esta persona en particular. Quizás elijas expresar tus necesidades y hacer un pedido. O quizás elijas ofrecerle empatía. También puede que elijas terminar la relación y dirigir tu energía y tu foco de atención hacia otro lugar.

Cuando tomas una decisión desde un lugar de compasión y sabiduría, puede que aún sientas una tristeza profunda, pero percibes tu poder sobre la situación. Reconectas con tu capacidad de elección sobre cómo relacionarte con lo que sucede, sin importar lo que hacen las demás personas.

La clave aquí es identificar los sentimientos y las necesidades que están vivos para ti por debajo de la tormenta de enojo y resentimiento. Es muy atractivo pensar que tienes razón y que la otra persona está equivocada. Estos pensamientos crean una sensación falsa de poder y una sensación momentánea de alivio de esos sentimientos vulnerables como el miedo, el dolor o la tristeza, pero no te guían hacia la sabiduría y la acción compasiva. Queda en nosotros poder reconocer cuando estamos en la mente reactiva y en su cadena de sufrimiento, y volver a retomar el camino de la vulnerabilidad que nos traerá un sentimiento verdadero de paz. 


PRÁCTICA

Establece tu intención ahora mismo y proponte preguntarte qué sentimientos y necesidades se te presentan la próxima vez que te encuentres juzgando a alguien o pensando con rencor hacie elles, sobre lo que deberían estar haciendo o no. Quizás puedas anticiparte y prever de antemano una relación en la que te sucederá. De ser así, toma un momento ahora y lee la lista de sentimientos y necesidades; toma nota de lo que pueda llegar a surgir en ese momento.

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