Cómo pasar de plantear exigencias a expresar pedidos
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Puede que te surja desesperación cuando, incluso después de haberte esforzado tanto por ofrecer claridad y cuidado en tu comunicación, tu pareja o ser querido sigue sin ofrecerte lo que anhelas de ese vínculo. Has mostrado consistencia en la práctica de compartir tus necesidades y hacer peticiones claras, y ya no sabes qué más hacer. En esta situación, la angustia y la desesperación pueden transmitirse planteando exigencias.
Una exigencia se define por la voluntad de intentar satisfacer tus necesidades a costa de las necesidades de otra persona. Suele implicar el uso de algún tipo de fuerza para obtener el resultado deseado. En el peor de los casos, se produce el uso físico de la fuerza: empujones, golpes, portazos, sujetar a alguien, bloquear una puerta, seguir a una persona por la casa cuando intenta salir, etc.
En la vida cotidiana, las exigencias adoptan formas sutiles que no siempre se identifican como tales. De hecho, a veces se disfrazan de intentos de «ayuda». Una forma de enmascarar las exigencias son los intentos de «ayudar» mediante el análisis de lo que anda “mal” con la otra persona. Puede que hayas tenido esta experiencia. Empiezas a señalar, de forma sutil, cómo está fallando la otra persona, qué anda “mal” con ella o por qué su experiencia no es válida. Por lo general, esto es difícil de captar, ya que suelen estar presentes algunos fragmentos de verdad, en la zona de observaciones concretas. Lo más probable es que una o las dos personas salgan de esa interacción sintiendo agotamiento, desorientación y perdiendo confianza en su propia experiencia.
Otra forma habitual de hacer exigencias es intentar convencer a alguien de tu punto de vista. Detrás de este comportamiento subyace la idea de que tú tienes razón y la otra persona está equivocada, y de que si lo viera a tu manera, tus necesidades se verían satisfechas. El convencer puede adoptar muchas formas: gritos, argumentos lógicos, críticas, recopilación de pruebas, etc.
Puede ser doloroso darnos cuenta de que hemos estado haciendo exigencias y del posible impacto que haya podido tener en nuestro vínculo. Si te surge tristeza, arrepentimiento o vergüenza, te invitamos a recibir esas emociones, permitirte sentirlas y reconocer las necesidades universales que están detrás: probablemente un anhelo de conexión, de contribución a la vida, o de integridad con tus valores. Asimismo, te invitamos a recordar que aunque pueda ser dolorosa, la toma de consciencia es la puerta hacia la transformación. En este momento es cuando pueden nacer nuevas formas de expresarnos y relacionarnos.
Independientemente de la forma que adopten, las exigencias te impiden estar presente ante la verdad de que, más allá de las situaciones concretas, hay algo en la dinámica de tu relación que no está funcionando para ti. Lamentablemente, a medida que evitas esta verdad, disminuye la probabilidad de que puedas resolverlo.
Las peticiones sinceras a tu pareja u otro ser querido son una expresión de tu voluntad de dialogar, escuchar un «no» y mantenerte en conexión con tus necesidades, respetando al mismo tiempo la autonomía de la otra persona, y buscando encontrar estrategias que de algún modo atiendan las necesidades de ambas partes. Esta honestidad desde la que abres diálogos en los que, con el corazón abierto hacia la otra persona, mantienes con decisión la conexión con tus propias necesidades sin desistir de ellas, puede abrir un proceso en el que podrían llegar a descubrir que necesitan transformar el tipo de vínculo que tienen... Y quizás quieras hacer consciente que podrías encontrarte con un duelo que requiera de coraje y de apoyo.
Por otra parte, las verdaderas peticiones se refieren a un comportamiento específico y factible en un momento determinado para atender una necesidad concreta. Pedir a tu pareja o ser querido que cambie su punto de vista no es una petición, sino una estrategia (a menudo inconsciente) con la que esperas satisfacer tus necesidades.
Antes de hacer un pedido, conecta con la energía de la abundancia: recordando que hay muchas maneras, personas, momentos y lugares para satisfacer una necesidad dada.
Si no logras conectar con esa energía de abundancia o imaginar diferentes maneras de satisfacer tus necesidades, es probable que para evitar hacer exigencias te haga falta encontrar primero la voluntad de hacer duelo. En el instante anterior a que surja un sentimiento de ira y una exigencia, hay dolor. Debajo del dolor quizás encuentres tristeza y luego miedo; quizá miedo al dolor y a la tristeza. Si nos tomamos el tiempo de recibir ese dolor, podremos estar más presentes, y elegir conscientemente cómo queremos expresarnos, qué podemos pedir para atender mejor nuestras necesidades universales y/o qué acciones queremos tomar para cuidarlas, desde la abundancia de posibilidades que la vida nos ofrece.
Puedes ganar confianza en tu capacidad de estar con el duelo buscando pequeños momentos de decepción en tu día a día. Por ejemplo, tal vez esperas una respuesta por correo electrónico de alguien y cuando abres la bandeja de entrada, no está. Haz una pausa de una respiración completa, diciéndote: «Oh, me siento triste por no ver el correo electrónico esperado». A continuación, pon tu atención en los sentimientos de la zona de la tristeza, por más pequeños que sean. Te podría sorprender lo rápido que se disuelven con tu atención plena. Sin la proliferación de pensamientos asociados, la tristeza tiene su tiempo natural, surgiendo, estando y desapareciendo. En lugar de exigir que la vida (o tu pareja o ser querido) se amolde a tus deseos, hacer duelo te enseña a confiar en el flujo natural del cambio y a abrirte a tu sabiduría interior.
PRÁCTICA
Esta semana busca un momento en el que te gustaría que otra persona tuviera la misma opinión que tú. Haz una pausa, escanea tu corazón y tu cuerpo en busca de la tristeza de que no compartan tu punto de vista y recuérdate internamente: «Está bien sentir esta tristeza».
Si quieres practicar más, empieza a observarte cuando haces pedidos. Son pedidos claros, concretos, factibles y afirmativos? ¿Tienes la disposición a recibir un “no” y a dialogar? O ¿son exigencias?
Si observas que tu pedido es vago, no específico o apunta a lo que no quieres, haz una pausa para reformularlo, dirigiendo tu atención hacia algo específico que atendería tu necesidad principal en esa situación.
Si te das cuenta que lo que planteas es una exigencia, tómate un tiempo para conectar con tu interior. ¿Hay algún dolor o tristeza en ti que quiere ser recibida antes de que puedas avanzar hacia expresar un verdadero pedido? Como siempre, si te abruma la idea de hacer la práctica por tu cuenta, pide la escucha o el apoyo empático de una persona con cierta práctica.