Diálogo Consciente y Compasivo

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Cómo comprender y disolver los obstáculos cuando ponemos límites al servicio de la vida

Si tienes dificultades para establecer límites al servicio de la vida, puede que esta historia de crianza te resulte familiar: 

“Llegué al Diálogo Consciente y Compasivo por la crianza de mis hijes y con el deseo de aprender a educarles desde una energía amorosa en lugar de una punitiva. Después de practicar un tiempo, me di cuenta de que cuando me enojaba y le gritaba a mi hija menor (algo de lo que me arrepiento muchísimo), con frecuencia era porque me había estado obligando a mí misme a tolerar un comportamiento que no me gustaba (un nivel de ruido, un tono de voz elevado, estar saltando sobre la cama…) y por más tiempo del que realmente podía sostener con los recursos a los que tenía acceso en ese momento. La clave, entonces, fue para mí poner un límite al servicio de la vida y llegar a un acuerdo que funcionara para ambes desde el principio, en lugar de presionarme a soportar algo que me generaba fuerte resistencia o me incomodaba intensamente.”

Este tipo de relatos son frecuentes y apuntan al deseo de lograr una forma hábil a la hora de poner límites. Los límites al servicio de la vida son fundamentales para crear y sostener relaciones satisfactorias. Al principio, esto puede resultar algo difícil de entender porque la expresión compasiva de los límites al servicio de la vida no se nos ha mostrado con frecuencia. Más a menudo se asocia el poner límites con un modo rígido de imponer reglas que dificulta la conexión. 

Si llegaste hasta aquí en la lectura, sin duda te habrás dado cuenta de que algunos de los desafíos o malestares habituales que experimentas en tus relaciones podrían resolverse estableciendo límites, atendiendo así necesidades como autocuidado, respeto o elección. Y, al mismo tiempo, estás notando que dar el siguiente paso de establecer efectivamente un límite es difícil, si no imposible…

Si tienes dificultades para establecer límites, hay una alta probabilidad de que hayas crecido en una familia en la que tus intentos de establecer un límite al servicio de la vida (como pedir algo por fuera de las normas familiares, decir “no” o intentar tomar una decisión por ti misme) eran castigados, avergonzados o simplemente ignorados. De niñes, nuestro primer imperativo es pertenecer a nuestra familia. Se trata de una respuesta programada a nivel muy profundo que está ahí para asegurar nuestra supervivencia. Entonces, es posible que como niñe hayas apartado algunas partes de tu ser para mantener una sensación de seguridad y pertenencia. 

Los intentos por modificar estos comportamientos, que alguna vez fueron adaptativos, pueden desencadenar la misma sensación de amenaza que se experimentó en la situación traumática original. Esta sensación te implora que te detengas en lo que estás haciendo y retrocedas, cueste lo que cueste. Por eso, el sólo pensar en poner un límite puede hacer que tu corazón empiece a latir con rapidez, que te suden las palmas de las manos y que se dispare la adrenalina por todo tu cuerpo. Como mínimo, puede que notes resistencia e intentes ignorar el comportamiento no deseado o convencerte de que puedes tolerarlo. Por ejemplo, puedes tener pensamientos como: “En realidad no es para tanto”, “No lo hizo a propósito”, “Probablemente estoy exagerando”, etc. Puedes llegar hasta a sentirte culpable por querer poner un límite. 

Estas reacciones intentan mantenerte a salvo pero a costa de desatender otras necesidades como agencia, honestidad, colaboración, autenticidad, libertad y autocuidado, por nombrar solo algunas, y pueden hacer que te sientas enojado, avergonzado, desconectado o incluso hasta deprimido. Por lo tanto, aprender a darte cuenta de todas las formas inconscientes con las que sacrificas quien eres para evitar poner límites, y enfrentarte a esa reactividad con compasión, es clave para ayudarte a disolver esos obstáculos. 

Esto implica recurrir a todas las herramientas que tengas para permanecer enraizado, mientras te recuerdas a ti misme que el temor de poner un límite o el impulso de evitarlo es un hábito del corazón, del cuerpo y de la mente, ya desactualizado para ti, y que ahora está bien que pongas límites. 

Empieza tu práctica haciendo una lista de las señales que te indican que es necesario un límite al servicio de la vida pero que tú estás negando ese hecho. Puede que tu lista incluya: 

  • Una sensación de volverte pequeñe o achicarte

  • Acusar a otras personas de estar aprovechándose de ti, utilizándote o ignorándote

  • Sentirte desconectade

  • Una sensación de falta de autenticidad cuando intentas dar empatía o alcanzar armonía cuando una parte de ti está siendo reprimida

  • Arrepentimiento o dolor por no conseguir lo que realmente quieres

  • Quejas sobre cómo las otras personas consiguen lo que quieren pero tú no.

  • Considerar a otra persona como “incorrecta” (por ejemplo llamándola “egoísta”) por comprometerse con su autocuidado, por decir “no” a lo que no quiere o por pedir lo que quiere.

Una vez más, cuando notes estas señales, recuerda que inconscientemente has aprendido a evitar el establecer límites como una forma de protegerte de peligros reales. Recordar esto nos lleva, idealmente, a la autocompasión. También puedes pedir apoyo a alguien que pueda darte empatía en este camino. Darte cuenta de que has abandonado ciertas necesidades de modo sistemático puede ser doloroso y puede que esto requiera un tiempo de procesamiento y de duelo antes de que puedas empezar a poner límites al servicio de la vida de manera consistente. Con la práctica, tu cuerpo, tu corazón y tu mente reconocerán los límites al servicio de la vida como una forma de cuidado hacia ti misme y hacia las demás personas.


PRÁCTICA

  1. Toma un momento para revisar algún acuerdo que hayas hecho recientemente con alguien.

  2. Observa con atención y reflexiona a consciencia sobre cada parte del acuerdo y nota si hay algún síntoma de la lista mencionada anteriormente.

  3. De ser así, imagínate a ti misme cambiando el acuerdo, sintiendo tu cuerpo conscientemente y volviendo a enraizarte para superar cualquier escalada de tensión fisiológica. Encuentra incluso hasta la acción más pequeña que te podría llevar a establecer un límite al servicio de la vida en esta situación. 

También puedes practicar el establecimiento de límites con una persona en cuya amistad confías. Esta práctica de límites puede consistir tanto en decir “no” a cosas simples a las que de otro modo te hubieras adaptado, como en pedir lo que quieres aunque te resulte incómodo y sería más fácil dejarlo pasar.