Diálogo Consciente y Compasivo

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Para practicar con la ira

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Cuando te oyes decir que tienes problemas con la ira, es probable que en realidad no estés hablando acerca de la ira sino de lo que haces cuando la sientes. La ira es una emoción como cualquier otra, ni buena, ni mala. Cuando no la ves venir o cuando no has cultivado una relación con la ira, te encuentras comportándote desde allí y lastimándote, y lastimando a otras personas. Y lo que empeora la situación es que tal vez sientas vergüenza por haber entrado en reactividad y haber actuado desde la ira, y entonces el orgullo se apodera de ti y se niega a permitirte pedir disculpas o reparar el daño que has hecho.

Para comenzar a practicar con la ira, es útil empezar por entender qué es lo que sucede antes de que sientas ira. Por supuesto, las causas y condiciones que la producen son muchas y complejas, pero podemos empezar con tres de las más evidentes.

Primero hay una ira primitiva que surge al enfrentar una amenaza real. Puede que te resulte familiar el término: “Respuesta de congelarse, huir o luchar”. Cuando te enfrentas a una amenaza real, la parte reptiliana de tu cerebro elige alguna de esas tres respuestas en un intento de asegurar tu supervivencia. Cuando se activa la respuesta de lucha, se produce un una descarga de adrenalina, un estrechamiento del enfoque y una contracción física que bombea sangre a tus puños. Si con frecuencia percibes las amenaza de manera errónea y te encuentras en la “respuesta de congelarse, huir o luchar”,  la mejor manera de trabajar con esta clase de ira  puede ser buscar modalidades que sanen el trauma.

Segundo, hay una ira que se construye a partir de la resistencia a lo que está sucediendo. Esto puede ocurrir de dos maneras. Puede que estés respondiendo a cualquier cosa, por pequeña que sea, con resistencia; puede que vayas por ahí de mal humor, deseando que no hubieras  “tenido que” hacer esto o aquello, resentir el tráfico, desear que tus niñes no hicieran tanto ruido, quejarte porque trabajas demasiado, etc. Con este tipo de pensamientos, estás cultivando de forma inconsciente un estado mental que está pronto a enojarse. Podrías crear este mismo estado mental alrededor de algo específico con lo que sientas apego a tu visión de cómo debería ser.

Por ejemplo, digamos que tienes una idea específica acerca de cómo debería ser la atención al cliente. Llamas a tu compañía de teléfono y su respuesta no está a la altura de tus expectativas. Te quejas y expresas cómo consideras que deberían haberte tratado. Comparas las experiencias de atención al cliente que siguen a esa, refinas tus quejas y detallas de forma más específica cómo debería ser. Con el tiempo, aprietas  más y más  tu visión acerca de cómo debería ser la atención al cliente. La experiencia real de la vida rara vez coincidirá con tu visión estrecha  acerca de cómo piensas que debería ser. Esta es una condición primaria que propicia la ira.

Tercero, hay una ira que surge desde la falta de recursos. Madres y padres conocen muy bien esta ira. Cuando ven una mirada cansada, hambrienta o abrumada en el rostro de sus niñes, saben que se viene una crisis. Cuando te encuentras sin recursos y no puedes enfrentar lo que sigue, la ira aparece para ayudarte a vencer la situación o tan solo para resguardarte de lo que está pasando.

Para practicar con estos dos últimos tipos de ira, echemos un vistazo a cuatro prácticas concretas.

1- Cultivar la consciencia. Usa estas preguntas para reflexionar sobre situaciones en las que te enfadaste:

  • ¿Tengo algún estándar o expectativas específicas desde las que me comparo o comparo a otras personas?

  • ¿Cómo me estaba relacionando con la experiencia antes de enfadarme? 

  •  ¿Me estaba quejando? ¿Experimentaba las cosas como cargas u obligaciones? ¿Le temía a algo y pensaba acerca de lo que preferiría estar haciendo? ¿Trataba de ignorar la irritación que se estaba acumulando a fin de poder terminar algo que estaba haciendo?

2- Pausar y expandir. Puede ser de utilidad recordar que la ira vive en un continuo que va desde la  irritación ligera hasta la furia plena. Al pausar de manera consciente ante el más mínimo indicio de irritación, puedes cambiar el rumbo. Involucrarte en pequeñas prácticas, como cerrar tus ojos por un momento e invitar a todo tu cuerpo a relajarse y expandirse, puede despegarte del continuo de la ira. Hacer esto muchas veces al día resultará en unsentido profundo de paz que crece con el tiempo.

3- Propiciar el autocuidado y la planificación. Cuando te encuentras con escasez de recursos, haz un plan específico para manejarlo. Revisa con la lista de necesidades y nombra aquellas que no están siendo satisfechas. Haz una cita con tu propia persona o consigue el apoyo que necesitas para poder atender esas necesidades de forma inmediata o en los próximos días.

Mientras tanto, recuerda que en un estado con escasez de recursos, la ira y otras formas de reactividad son más propensas a aparecer. Esto significa que, si quieres vivir tú día en alineación con tus valores, es necesaria una cuota extra de conciencia. Trae tu energía un poco más, para que puedas enfocarte en lo que está justo frente a ti de manera espaciosa. Date permiso para tomar pausas largas antes de responder a otras personas, ya sea en persona o por correo electrónico. Donde haya flexibilidad, pospón las conversaciones difíciles para otro día. Determina tu intención y haz un plan específico sobre cómo quieres relacionarte con personas o situaciones desafiantes en los días por venir.

4- Permitirel duelo. Finalmente, si no te estás resistiendo a lo que es verdadero en un momento desafiante, es muy probable que sientas dolor. Cuando el personal de atención al cliente no es de ayuda, tomar un momento para sentir tu decepción te ayuda a mantener tu sentido de paz en esa situación. Permitirte el dolor no se trata de revolcarte en un pozo de tristeza. El duelo es un estado expansivo que tiene su propio ritmo para llegar e irse. Te deja con más capacidad para ver una situación con claridad y tomar acciones sabias y compasivas.


Práctica

Esta semana, elige una de las cuatro prácticas previas para llevarla a cabo al menos una vez comprometidamente.